
De vergüenza. No hay otro nombre para calificar la última de la SGAE - la última de las que he tenido conocimiento, que seguro que se me han adelantado -. Si tiene un pequeño negocio, tipo panadería, peluquería o taller de reparaciones, tenga cuidado con lo que escucha en la radio. A no ser que quiera que le pase como al bueno de Esteban Criado, que le han metido un paquete por poner una emisora musical en su barbería.
Resulta que el buen hombre estaba tan tranquilo en su negocio y un buen día se le presenta un delegado de la Sociedad General de Autores y le dice que para tener música puesta tiene que pagar un contrato de 12 euros al mes, o que si no se le caía el pelo - por hacer el símil con su labor -. Así, como suena. Según la Sociedad General de Autores, el pobre barbero está sacando provecho de la música que pone Radiolé. Está claro, la gente va a las barberías a escuchar el último tema de Bisbal. Eso de cortarse el pelo, pasó de moda hace tiempo.
¿Realmente esta cohorte, presidida por Teddy Bautista, vela por los intereses de los editores? ¿No sería más correcto decir que velan por los intereses de sus bolsillos? Que sí, oiga, que me parece genial que la venta de películas pirata esté penada. Pero es que la solución que dan desde la SGAE para combatir contra la piratería no es bajar los precios para que la gente no acuda al top manta, sino que suben los precios para paliar lo que dejan de ganar debido a las copias ilegales.
Pero hay que ir un paso más allá para observar lo chupópteros que pueden llegar a ser. Poner un canon que grava los CD's "porque en ellos se copia material pirata" es un abuso tremendo. Se castiga algo que no ha pasado todavía... y estos señores son los que criticaban a Bush por su "guerra preventiva". Sí, lo se, el símil es un poco exagerado, pero la intención es la misma. Pagamos justos por pecadores. El usuario de a pie, que usa los CD's para guardar datos - fotos, prácticas de clase, discos de rescate para el ordenador... - tiene que rascarse el bolsillo porque a estos señores les da la gana. Pero el colmo de la ridiculez llegó el 2007, cuando se llegó a estudiar en el Congreso la propuesta de colocar un gravamen sobre folios, lápices, bolígrafos, y otros artículos de papelería, porque son susceptibles de ser usados para hacer reproducciones destinadas a un uso comercial [sic].
Mientras estose señores sigan manejando el cotarro como lo hacen, mal nos va a ir. A nosotros que pagamos por tener a salvo nuestros datos, y al pobre barbero de L'Hospitalet, que por amenizarse las monótonas mañanas cortando patillas con una melodía, ha de pagar un impuesto revolucionario.