Cómo cambia la vida de una persona en tan sólo una semana. Un día estás en lo más alto del mundo, y poco después en el más profundo y sombrío de los pozos. Yo lo más triste de todo es que no sabes el motivo. Nadie te da una explicación de qué has hecho mal, en qué has fallado.
Los acontecimientos te hacen cambiar la perspectiva. Hace dos meses no tenía nada, pero las cosas cambiaron súbitamente, sin yo pretenderlo. Se me alzó a los altares más celestiales de un momento a otro. Mantenerme ahí me costó sangre, sudor y lágrimas, y aunque los elementos parecían muchas veces en mi contra, luché contra ellos. Parecía que podría conseguirlo, pero el destino es cruel.
Demasiado cruel. Todo lo que había ganado me fue arrebatado de golpe. Y lo peor de todo es que no sé demasiado bien qué ha pasado. Súbitamente, lo que vino como brisa fresca, se esfumó, como si de un espejismo se tratase. Literalmente, de un día para otro. De la manera más cruel. Puede que sin merecerlo.
Pero es cruel porque hace dos meses yo estaba resignado a mi patética situación. Y se me ha hecho creer que podía conseguir lo que me placiese. Ahora, el Otro del que habla Paulo Coelho en A orillas del río Piedra me senté y lloré se ha apoderado de mí. No soy el de hace una semana, pero tampoco soy el de hace dos meses.
Estoy triste, pero no derramo una lágrima. Esa pena y esa rabia se están transformando en ira, que van a parar a quien menos lo merece. Y me siento extremadamente solo, pese a estar rodeado de mucha gente. Es cierto que las personas van a su aire, pero hasta ahora no me había pesado tanto. No tengo fuerzas, ni ganas de comer o reir. Me estoy convirtiendo en un espectro de lo que era. De lo que llegué a ser por capricho del destino. Ese mismo destino cruel, que en un abrir y cerrar de ojos se ha burlado de mí, dejándomen en la más absoluta de las estacadas.