Cita célebre

En esta vida hay que morir varias veces para después renacer.

Eugenio Trías



miércoles, 26 de septiembre de 2012

Pelotas

Me he pasado gran parte de la tarde buscando un título para la entrada de hoy. Incluso lo he hecho mucho antes de saber qué puñetas quiero expresar con exactitud. Y creo que he acertado con el que le he puesto. No sé, juzguen ustedes mismos.

Pelotas de goma que ha lanzado la policía a los manifestantes que se apelotonaron en las puertas del Congreso, todavía no me acaba de quedar claro para qué. Porque escuché a un tonto de las pelotas decir en un telediario que su objetivo era "que los políticos escuchen al pueblo, que dimitan y dejen el poder a las personas". Todo un intelectual oiga. Por lo menos los indignados cumplieron su promesa y no entraron por pelotas en el Congreso. Ni entraron, ni dejaron entrar, que Gallardón se tuvo que dar media vuelta y volverse con el rabo entre las piernas; y Soraya Sáez de Santamaría creo que todavía anda dando vueltas a ver por dónde puede colarse.

Si respetaron su palabra a la hora de no liarla parda en la Cámara Baja, no hicieron lo mismo con las leyes. Porque de respetar la hora que puso la delegada del Gobierno, naranjitas de la China. Y de nuevo tuvieron que salir a pasear las pelotas. Esta vez las de goma de los antidisturbios. Madre mía la que se lió por allí. Parecía Sarajevo en los años noventa más que Madrid. Y claro, tú no respetas, yo cargo, y al final se lia un follón de pelotas... con un puñado de heridos, periodistas lisiados, manifestantes detenidos, policías contusionados y cualquiera de ellos medio atropellado por una ambulancia. Ahí, dando buena imagen. Como estamos tan bien.

Y a todo esto, la jornada de palos, sentadas, carreras, insultos y peticiones más o menos descabelladas, no había acabado, cuando volvieron a salir de paseo las pelotas. Concretamente las de fútbol. En el Ramón Sánchez Pizjuán. Una pachanga organizada para homenajear al que ha sido leyenda del sevillismo, Freddy Kanouté, entre sus colegas y los que fueron sus compañeros en las grandes gestas sevillistas, y de paso recoger fondos para una buena causa. Como que sacó más de medio millón de euros para su ciudad de los niños en Mali. Y lo mejor de todo es que una pachanga, que rozó el nivel de un partido de solteros contra casados, congregó en un recinto a más personas que las que se reunieron en los alrededores del Congreso para protestar contra la clase política. Algunos acudirán al manido "pan y circo". Otros dirán que fue un éxito. Lo que está claro es que la convocatoria del 25-S no fue tan seguida como un partido de interés futbolístico cuestionable. Y es que al final, todo es cuestión de lo mismo: de pelotas.

martes, 25 de septiembre de 2012

No a cualquier precio

De lo que se entera uno escuchando la radio. Durante la retransmisión del partido que cerraba la quinta jornada de Liga, el que enfrentaba al Deportivo de la Coruña contra el Sevilla, han comentado una noticia de esas que hacen que a uno se le hinche la vena del cuello y le salga la fierecilla que lleva dentro. Porque si es cierto lo que han comentado, es bastante fuerte. Pero fuerte, fuerte, fuerte...

Pero vamos a remontarnos un poco en el tiempo. Este verano han sido los Juegos Olímpicos en Londres. Una cita en la que se ha reunido lo más granado del deporte mundial, y en la que, aunque no tantos como nos hubiese gustado, los deportistas españoles nos han regalado alguna que otra alegría. Una de ellas nos la dieron las niñas de la natación sincronizada. Las sirenas rozaron la perfección, y solo la aplastante superioridad de las rusas evitó que la presea fuese dorada. Aún así, la alegría fue tremenda para todas ellas. Pero, ¿qué precio tuvieron que pagar las componentes de este grupo de extraordinarias deportistas?

Según un comunicado que han firmado varias de las componentes de la selección, uno demasiado elevado. Concretamente quince nadadoras - dos de ellas manteniendo su anonimato - han denunciado un trato, cuanto menos, cuestionable de la, hasta hace pocas fechas, seleccionadora nacional. Porque, yo no sé a cualquiera de ustedes, pero que a una chavala de 1,75 de altura y a penas 60 kilos de peso se le diga que está gorda, no es demasiado agradable. Y mucho menos cuando a la chavala en cuestión la tuvieron que tratar a causa de una bulimia un tiempo después.

Este trato tan exquisito, siempre según las firmantes del manifiesto, es el que recibían por parte de Anna Tarrés, que llevaba la manija de la sincro española hasta hace poco. A esta señora se le acusa en el documento de arrebatar una medalla a una componente del equipo porque su hija "se lo merece más que tú", o no permitir a una componente del equipo recoger la medalla de bronce de la Real Orden del Mérito Deportivo por ser "inferior al resto del equipo". La guinda del pastel que presentan las nadadoras consiste en decirle a una niña de catorce años que "no te hagas la estrecha, que te has follado a todo lo que se mueve".

Los méritos de la natación sincronizada están ahí, de eso no cabe duda. Pero quizás haya habido que pagar una cuota demasiado alta por conseguirlos. Y como español y amante del deporte no me siento orgulloso de los métodos empleados para ganarlos. Contaban en la radio que algunas federaciones nacionales de natación se estaban rifando los servicios de Anna Tarrés. Con su pan se lo coman, que en el deporte lo que queda al final son los resultados. Pero no los que se obtienen a cualquier precio.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Por favor, vayamos acabando

¿Nunca han pensado eso de "podría escuchar esta canción mil veces seguidas"? ¿O eso de "nunca me cansaré de ver esta película? ¿Nunca les ha pasado que después de varias veces, pierde el encanto, la chispa, y no es tan especial como era al principio? Esa misma sensación llevo experimentando dos años. Los mismos que llevan alargando el chicle para desvelar como Ted Mosby conoció a su señora esposa. Los mismos que llevan para concretar un final para la serie Cómo conocí a vuestra madre.

Mira que me gustaba esta serie al principio. Era fresca, diferente, divertida, novedosa... Pero ha sido, como tantas otras, víctima de su propio éxito. No sé si será culpa de los productores, los guionistas, la cadena que tiene los derechos o un contubernio judeomasónico, pero a fuerza de querer aplazar lo inaplazable se han cargado esa esencia que la hacía tan especial. Como han hecho tantas veces, tantas buenas series, queriendo se la sucesora de Friends. Y ahí es donde se equivocan, en intentar hacer una gran serie mirándose en el espejo de otro, y no sabiendo pulir las virtudes propias.

Y digo bien, es inaplazable. Tenía fecha de caducidad desde el mismo momento en que salió la idea. Y no ya porque para que la hija tenga unos 17 años en 2030 - año en que se narra - deba nacer en 2013. Sino porque estas series de éxito son verdaderos creadores de mitos. Ya pasó con Friends, con la que el que más (Jennifer Aniston) y el que menos (Matt LeBlanc) no ha tenido problemas para seguir trabajando de la interpretación. Y es normal que ya esté pasando con Cómo conocí a vuestra madre. Desde el "veterano" Neil Patrick Harris (que protagonizara una serie allá en los ochenta antes de encarnar al mujeriego Barney Stinson), pasando por las actuaciones de Alyson Hannigan en la saga de American Pie, o los más recientes Cobie Smulders o Jason Segel (Los Vengadores o Bad Teacher, respectivamente). Y es lo más normal del mundo, a nadie le gusta encasillarse en un papel y que luego no te saquen de ahí.

Curiosamente, el que menos peso ha tenido a posteriori de la serie es el teórico protagonista principal. Josh Randor, o Ted Mosby, como gusten. Ese mismo que lleva siete años (ocho con el que arranca hoy) contando la historia de cómo conoció a su santa esposa. Y esos hijos que tienen una paciencia infinita no pegan un puñetazo en la mesa y se van a dar una vuelta con sus amigos. Y es que una historia que tiene fecha de caducidad es absurdo prolongarla más de lo estrictamente necesario, y no iniciar conversaciones para una nueva temporada, como se rumorea. Así que, señor Mosby se lo pido por favor, vamos acabando la historia de cómo conoció a la madre de sus hijos.

lunes, 17 de septiembre de 2012

La paja en el ojo ajeno

Me levanto esta mañana, pongo el desayuno, friego los platos y mientras paso por el salón miro el televisor ¿y qué veo? Esperanza Aguirre en rueda de prensa, con un nudo en la garganta, anunciando que dimite de sus funciones políticas. Inmediatamente me meto en Internet para ver qué puñetas ha pasado, y ¿qué veo? Twitter hirviendo. La ya expresidenta de la Comunidad de Madrid es trending topic, y no siempre con comentarios de muy buen gusto.

Para no entrar en valoraciones de lo que me parecen ciertas bromas (espero que se trate de bromas), me quedaré con los que tantísimo se alegran porque Esperanza Aguirre haya dimitido. No ya los que la criticaban cuando estaba en activo, porque Aguirre ha sido siempre una política que ha dado que hablar. No a todos les cae bien su forma agresiva y sus dos pelotas. Ya de ideologías ni hablo. Estar en la palestra tiene que estás en el ojo del huracán, y es lo que hay. Y siempre ha sabido capear con los temporales. Lo habrá hecho mejor o peor, con más o menos acierto. No lo sé, no soy madrileño, y lo más que he estado por allí ha sido de paso. Pero sorprende que alguien que es tan horriblemente malo arrase una y otra vez en unas elecciones.

A los que me refiero es a los cínicos que dicen "ya era hora", "a Madrid le irá mejor sin ella", y sin embargo defienden las políticas autonómicas, por poner un ejemplo, en Andalucía. Esos que no dicen nada de los ERE, de las mariscadas a costa de Mercasevilla, de que ni Griñán ni Chaves se hayan presentado en la comisión que investiga todo ésto... Los que aplauden que Sánchez Gordillo entre a punta de bofetada en supermercados para llevarse lo que le plazca, o que con sus jornaleros justicieros okupe un hotel para pegarse un chapuzón en la piscina. Los que se echan las manos a la cabeza porque en Madrid vaya a haber un cambio sin gobierno sin comicios y no se acuerdan de que al sur del sur pasó lo mismo cuando a Chaves lo llamó Zapatero para chupar del bote en Madrid. Esos que miran el color de quién lo hace, pero no mira el qué se hace.

Así que, desde este humilde rinconcito que me ofrece Internet, propongo a aquel que lea ésto haga un ejercicio de reflexión antes de despotricar. Es que en España somos campeones mundiales en ver la paja en el ojo ajeno, pero la viga en el nuestro se nos resiste.

domingo, 16 de septiembre de 2012

La princesa está triste...

No sé si se han enterado de una noticia que me tiene completamente conmocionado. Cristiano Ronaldo está triste. Uno, al enterarse de tal desgracia, no puede evitar que le vengan a la mente aquellos versos que rezan "la princesa está triste, qué tendrá la princesa". Aunque desde luego, si la princesa tiene un poco de idea de fútbol español, no es difícil imaginarse por qué los suspiros se escapan de su boca de fresa.

La princesa CR7, de la corte Real de Madrid, vestía ayer un vestido de gala verde. Habrase visto. Lo de los diseñadores es cada año más sangrante. Ya no saben qué hacer para llamar la atención. Se ven cosas esperpénticas, como ver a la princesa vestida de verde y plata. Para el recuerdo quedarán verdaderas joyas del diseño, como ver al Sevilla de rosa, al Betis de naranja, al Barcelona de degradado de Photoshop, o al Recreativo perfectamente ataviado para ir de romería.

Así no podemos pretender que la liga española sea seria. Si ni los propios equipos se lo toman en serio. Que los colores de un equipo son su seña de identidad. Se empieza por perder eso y se acaba con lo que nos está pasando en la que llaman mejor liga del mundo. Una liga de pandereta, en la que las televisiones hacen y  deshacen a su antojo. En la que la propia federación maltrata a los aficionados haciendo que vayan a un estadio un lunes a las once de la noche. Las televisiones están ganando la partida. Es más cómodo pagar un puñado de euros al mes y ver los partidos plácidamente sentado en el sofá que ir al estadio y respirar la verdadera esencia del fútbol.

Es así de triste. Las plataformas audiovisuales, esas que echaron a las radios de los estadios el año pasado, están acabando con el espectáculo que dan los fieles en las gradas. Y de paso se están encargando de adulterar cada día más la competición. Con el amparo de los clubes, por supuesto. Unos clubes que a todo dicen "sí, bwana" por ser los que más migajas recogen de las pocas, cada vez menos, que Madrid y Barça dejan. Y ay de ti como te atrevas a levantar la voz. Los grandes por la gracia de Roures van a hacer que te arrepientas a base de influencias federativas. Que para eso son grandes y los demás pequeños. Igual que pasaba en Escocia, pero con menos pelotas para mandar a freír monas al que no paga.

Y los aficionados, que al fin y al cabo somos los que sustentamos este circo, ajo y agua. Hasta el día que todo esto explote. Y entonces a saber qué pasa. Quizás por eso está triste la princesa, porque más allá de un ego de diez millones de euros anuales, también sea aficionado al noble deporte del balompié. O quizás sus penas se acabasen con otro par de milloncejos en su cuenta corriente. Y mientras, el común de los mortales a pagar por verlo pegarse carreritas y arreglarse el pelo por los campos de una liga manipulada. Qué tristeza más grande.

martes, 11 de septiembre de 2012

Qué malita está la cosa

Ojú chiquillo. Qué de tiempo sin entrar por aquí. No sé si me acordaré de cómo funcionaba el tema este de aporrear el teclado a ver qué es lo que sale... pero total, no tengo nada mejor que hacer. Es lo que tiene no tener nada en que ocuparme a lo largo de la jornada, más allá de visitar el chorro de páginas que tengo en favoritos para ver si ha salido alguna oferta de trabajo nueva, ayudar un poco a mi madre en casa, hacer algo de ejercicio y quedarme adormilado viendo como dos mariquitas escoceses redecoran casas en Canadá. Televisión de calidad, sí señor.
No veas. Si es que hace tanto que no entro que hasta han cambiado ésto. La verdad es que es más fácil escribir así. Antes había que liar más follón, el editor de textos era un poco raro. Ahora han dejado un espacio mucho más amplio y despejado. Si es que han pasado ocho meses. Ahí es nada. Ocho meses en los que la prima de riesgo ha subido y luego ha bajado. Ocho meses en los que se ha decidido pedir un rescate, que no es rescate, a menos que a la Merkel se le antoje que lo sea. Ocho meses en que a los funcionarios les han quitado la paga de Navidad y un pellizco gordo del sueldo. Ocho meses en los que el paro crece, y los que buscamos curro no tenemos más que dos alternativas: o seguir una estricta rutina de sofá y tele, o liarnos la manta a la cabeza y coger las de Villadiego rumbo a las islas (las británicas, las de aquí están como para irse).
Parece que algo va saliendo. Mejor o peor, no me hago responsable. Es mucho tiempo y estoy oxidado. Es lo que tiene no tener nada que hacer, que te deprime. Y como te deprime, no quieres hacer nada. La pescadilla que se muerde la cola. Una espiral de autodestrucción. Llámalo equis. Pero es que hay motivos, oiga. Las empresas están tan tiesas que no cogen a gente ni para prácticas. Mojama pura. Que tampoco, que está la cosa como para acompañar la tapita de mojama con una cervecita al fresquito veraniego en una terraza. Ni para eso hay.
La cosa es que hoy me ha dado el avenate y me he decidido a entrar por aquí y retomar viejas costumbres, aunque sea para acabar la rutina media horita después cada día. Que es preferible agudizar el ingenio a ver un programa de esos de cambio de imagen, en el que me gustaría saber de dónde puñetas sacan a los participantes. Televisión de calidad. Canadiense, para más inri. Y es que ya no tienen las cadenas para comprar programas americanos. Ojú chiquillo, qué malita está la cosa.