Cita célebre

En esta vida hay que morir varias veces para después renacer.

Eugenio Trías



lunes, 18 de julio de 2011

75 años de guerra

Cuentan las crónicas que un 18 de julio de 1936 en un país llamado España estalló una guerra. Una guerra fratricida, en la se mataba a familiares por ser del otro bando, en la que se destruían ciudades que no estuviesen en tu bando.
Una República débil, las ambiciones de poder de unos y otros, el descontento de la gran mayoría... hicieron que la situación se volviese insostenible. Por mucho que intentasen maquillarlo. España estaba fracturada desde varios años atrás, cuando las revueltas mineras o agrícolas estallaron, dando paso a episodios como los de Asturias o Casas Viejas. Se mire por donde se mire, la Guerra Civil era prácticamente inevitable.
Un conflicto que dura ya 75 años, aunque de manera oficial acabase en 1.939. Porque lo que vino después no es sino una continuación silenciosa de lo mismo. Una dictadura, en la que o estabas del lado del Caudillo o eras perseguido. Una resistencia clandestina que planeaba la manera de derrocar el régimen impuesto por el decreto de las armas. Una guerra fría en toda regla, que duró casi cuarenta años.
Una guerra que continúa hoy, 75 años después de su inicio. España sigue fracturada. Siguen existiendo las dos Españas, tan enfrentadas como el día del Alzamiento, tan distantes como durante los años del franquismo. Un odio que se alimenta del pasado, de una forma irracional. Varias generaciones después se sigue acusando de fascistas a los que se acercan a la ideología de derechas, o de rojos a los que se acercan a la de izquierdas. De lo que nadie se da cuenta es de que la guerra en la que se fusiló, se destruyó y se hicieron barbaridades acabó hace mucho tiempo. Que el dictador murió hace mucho. Que vivimos en un régimen democrático.
Es cierto que hay que conocer el pasado para no volver a repetir los mismo errores, pero no es menos cierto que el pasado es pasado es eso, pasado. Varias generaciones después no podemos seguir alimentando ese odio, porque al final, esta guerra no tendrá un ganador, y sólo tendrá un perdedor: la propia España.

martes, 12 de julio de 2011

Y el que no, a Humanidades


Cada día comprendo menos el sistema de acceso a la Universidad que nos han metido por europeos cojones. Aquí nos jactamos de ser los europeos más europeos de toda Europa entera, cuando lo que somos es unos chapuceros como la puerta de Brandeburgo, la Torre Eiffel, o el Coliseo de grandes. Pero como en Europa lo hacen, aquí no vamos a ser menos, aunque no tengamos ni idea de lo que estamos haciendo. O que alguien me explique cómo puñetas funciona ese sistema que se han sacado de la chistera sobre catorce puntos... con lo facilito que era el de toda la vida, sobre diez.
El tema es que con este sistema nuevo se dan situaciones de lo más absurdo. Conozco el caso de una muchacha que ha sacado el bachillerato de forma brillante. 9,8 o algo así. De sobra para entrar en lo que le de la gana, se podría pensar. Pues no, se equivocan de cabo a rabo. El sueño de esta chiquilla era estudiar Medicina, pero se da la paradoja de que con su media de bachillerato, tiene a más de mil personas por delante. Así que tendrá que conformarse con Fisioterapia (que no es moco de pavo).
Pero si seguimos esta progresión, un chaval que quisiera ser fisio, tendrá que conformarse con Enfermería, y la niña que quería ser enfermera entrará en Psicología, el que soñaba ser el Freud del S. XXI entrará en Pedagogía, relegando a los pedagogos frustrados a estudiar Magisterio... porque más vale pájaro en mano que ciento volando.
Así lo que vamos consiguiendo es una masa de estudiantes frustrados, que han entrado en la Universidad por hacer algo, aunque esté remotamente relacionado con las aspiraciones que tenían para su vida. Algunos se estrellarán, otros se aburrirán de hacer algo que no les llena y lo dejarán, otros tirarán de orgullo y acabarán a regañadientes. El que acabe y tenga la suerte de encontrar un trabajo, sabrá que no pudo cumplir su sueño. Será un profesional desmotivado. Los tendremos a patadas por esta política de querer meter todo lo que suene a Europa, aunque por el camino vaya cumpliéndose el viejo tópico que dice que "el que vale, vale y el que no, a Humanidades".

jueves, 7 de julio de 2011

Tengo miego

La vida da un sin fin de vueltas. Un día estás en lo más alto, y al día siguiente estás hundido en el barro hasta la cintura. Nunca sabes en qué punto de la inmensa noria que es la existencia humana vas a estar mañana. Sin embargo, sabes el momento en que te toca vivir. Y en este momento, yo siento un miedo terrible.
El miedo que se siente al no saber si una etapa se cierra definitivamente o, por el contrario, se va a alargar en el tiempo. El miedo a que las cosas no salgan como esperas, y tus esfuerzos hayan sido vanos. El miedo a que la vida te dé un revés en forma de bloqueo ante el último examen que te queda. El miedo por la incertidumbre de una nota que no sale, cuando la fama que precede a la correctora es, cuanto menos, dudosa. El miedo a acabar y no saber qué viene después. El miedo a verme como están cinco millones de españoles, sin una motivación por la que levantarme día a día. El miedo a no acabar y tener que volver a pasar por lo mismo. El miedo a la gran paradoja que es la vida.
Miedo a saber que sientes algo por alguien que quizás no sienta lo mismo por ti. El miedo a que si lo siente, no tengas lo que hay que tener para hacer lo correcto... por tu miedo al fracaso. El miedo a la distancia, a lo desconocido, a lo nuevo. El miedo a que te vuelvan a romper el corazón. El miedo al creer que la cabeza era quien tenía razón, aunque otras partes de ti estés seguras de que, a veces, es mejor no hacerle caso. El miedo que se siente al no poder decir lo que sientes, porque seguramente te tomen por loco. El miedo a que las cosas no pasen como pasan cada noche en los escasos sueños que tienes. El miedo a que las cosas salgan como sueñas y no seas capaz de dar la talla. El miedo a la gran paradoja que es la vida.
Miedo de una sociedad que es cruel. Miedo a no saber adaptarte a las circunstancias, a un entorno que, como te descuides, te devora sin clemencia ninguna. Miedo a mostrarte tal cual eres, porque sabes que la sociedad no te entiende. O quizás seas tú quien no entiende a la sociedad, y eso te provoca aún más miedo. El miedo que se siente cuando se ríen de ti por decir algo que está fuera de lugar. El miedo a no saber adaptarte a las corrientes que arrastran a la sociedad y quedar como un payaso. El miedo a saber adaptarte a esas corrientes y que tu personalidad se vea anulada por los vientos de la moda de turno. El miedo a la gran paradoja que es la vida.
Esa vida que es una montaña rusa. A veces arriba. A veces abajo. Esa vida que, de pura inestabilidad produce un miedo atroz. Un miedo como pocas veces en mi vida he sentido.