Cita célebre

En esta vida hay que morir varias veces para después renacer.

Eugenio Trías



viernes, 14 de diciembre de 2012

Las muñecas de Famosa

Decía un anuncio navideño allá por los noventa que "las muñecas de Famosa se dirigen al Portal". Este año me parece a mí que los inquilinos de la cueva de Belén, mula y buey a la cabeza, no estarán muy contentos de recibir visitas de muñecas. O por lo menos de las que están de moda este año.

Y es que la otra tarde me estuve dando un paseo por unos grandes almacenes y, aunque ya ni tengo años para eso ni para tener críos en casa, cogí un catálogo de juguetes. Para mi estupor, que no sorpresa, los juguetes son cada vez más feos. Qué digo feos, espantosos. Y algunos incluso de jactan de ello y aprovechan el tirón para sacar unas muñecas con las patas larguísimas y la cabeza enorme, con unas pintas de adolecestes emo, góticas, o vaya usted a saber el grupo social, que tiran de espaldas.

Pasando páginas me tranquilizo un poco: todavía quedan pinipones y pequeños ponys. Pero al mirar con detenimiento, otra vez el estupor... se los han cargado. Los Pinipón con los que jugaba mi hermana se han modernizado. Ya no son lo muñequitos cabezones, de tres piezas (cuerpo, cabeza y peluca), sino que se han transformado en algo a caballo entre lo que eran antiguamente y dibujos de manga japoneses. Un esperpento, vamos. Algo parecido le ha pasado a los equinos, que ya no son rechonchetes como antes, sino que se han estilizado, haciéndolos irreconocibles al nacido antes de 1999.

Aunque horribles, todavía hay que agradecer que haya juguetes a disposición de las cartas a Sus Majestades. Cada vez priman más los cacharros, que lo dan todo mascadito, que la imaginación. Para los padres es más fácil plantar al chiquillo como un mueble más enfrente de la tele, o enchufarlo a la videoconsola (para las que, por cierto, han sacado otros muñecos feísimos que se enchufan y les sacan toda la pasta a los desgraciados que quieran coleccionarlos todos). Eso de las tardes de parchís, oca u otros juegos, ya ha pasado de moda.

Yo, como buen pureta que estoy hecho, cada vez hecho más de menos aquellos años en los que yo tenía edad de escribir una carta con todo lujo de detalles a los Reyes Magos. Aquello sí que eran buenos años. La última generación que combinó, como Dios manda, jugar en la calle, los juegos tradicionales, y los primeros coletazos de nuevas tecnologías con aquellos ordenadores primigenios y las consolas de 16 bits. En fin, los tiempos cambian. Y, en según qué cosas, no siempre para bien.

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