Cita célebre

En esta vida hay que morir varias veces para después renacer.

Eugenio Trías



martes, 21 de septiembre de 2010

Hasta siempre

Se acabaron las vacaciones y vuelve la actividad. Pero en vez de hacerlo con grandes dosis de ilusión tras el periodo vacacional, lo hace con una noticia que hace que mis ojos se empañen al pensar en ella. El pasado 30 de julio, dijo adiós para siempre un gran hombre. El Padre Enrique Iniesta dejó este mundo, a la edad de 80 años, víctima de la enfermedad de lo consumía.

Todo lo que diga de él es poco. Una persona de las que ya no quedan. Religioso, historiador, escritor... pero sobre todo un hombre de una talla moral encomiable. Recuerdo sus clases de Religión en bachillerato, en el Colegio Calasancio Hispalense, con gran cariño. Recuerdo que nos parecía que estaba un poco mal de la cabeza cuando se presentó aquel primer día, con su forma de hablar tan particular, casi susurrando, que parecía que el aire que tenía en los pulmones no le daba a penas. Un religioso de fuertes convicciones, pero que sin embargo no le suponían un obstáculo para hablar de cualquier tema, ya fuese religión, sexo, o historia de Andalucía.

Andalucía. Su gran pasión. Pocas personas conocían y amaban tanto esta tierra como él. Tanto que dedicó gran parte de su vida a estudiar la vida del padre fundador de esta patria chica. A sus espaldas, gran cantidad de publicaciones sobre la figura de Blas Infante. Nadie lo conocía como él. Tanto amaba esta tierra que llegó a recibir su medalla de oro en 2008. Cualquier cosa, oiga.

Como ya he referido, todo lo que diga sobre él va a ser insuficiente. Me quedo con ese último día de clase de religión, cuando una clase de chavales de 17 años, en su mayoría no creyentes, se puso en pie para aplaudirle. Y como colofón, José María Calvo, Chema, ateo de pro, se aferró al libro de la asignatura, escrito por el mismísimo Enrique Iniesta, y se dirigió al púlpito del profesor para que se lo firmase, además de aferrarse a él en un sentido abrazo. Sobran las palabras.

Descase en paz, estimado Enrique Iniesta. Hasta siempre.

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