Hace unos años me regalaron un libro. Un libro que había escrito un conocido de esa persona. Médico, para más señas. La premisa, típica: una serie de asesinatos macabros que replicaban una técnica quirúrjica de no se qué médico italiano del año de María Castaña. Desde el punto de vista médico, me comentan, muy interesante. Desde el punto de vista del lector, un pestiño como la Basílica de San Pedro.
Pero semejante coñazo, me dio una idea. Si alguien sin formación en letras es capaz de perpetrar un tocho de varios centenares de páginas, ¿por qué yo no? Tenía la idea - un recién salido de la Facultad de Comunicación al que un profesional excéntrico lo contrata para corregir una novela infumable -, tenía las ganas y no tenía nada mejor que hacer... Lo que nunca he tenido ha sido ni puñetera idea de cómo ponerme a escribir y que saliera algo medio decente, así que la idea se quedó en el tintero.
Luego la vida te lleva por otros caminos, que en mi caso han desembocado detrás de un mostrador en el que he conocido a mucha gente. Y entre esa gente me he encontrado a varias personas que se dedican a lo mismo que aquel médico que creyó que escribir una novela era buena idea.
A estas alturas, posiblemente, hayas pensado que a mí que coño me importa lo que cada uno haga con su tiempo libre. Y llevas razón. Y me parece estupendo que si a alguien le gusta escribir, que lo haga. Y mejor para él si engaña a otro alguien y consigue que se lo publiquen. Pero es que hay algunos elementos que, como poco, de peculiares. Que sí, que sí, que no exagero. ¿Tú ves lógico que te digan que su novela se tiene que estudiar en los colegios porque "es muy bonita y habla de la historia de España" (sic)? Creo que alguna con esa temática ya hay. Pero qué sé yo.
Tengo una que se lleva la palma. Se mete en conversaciones para meter la coletilla de "es que como yo soy escritora...". No corazón. Has escrito un libro, que no es lo mismo. Es como si yo te digo que soy futbolista porque un día en semana echo una pachanga con mis colegas. Va paseando de feria del libro ej feria del libro, como si fuera una verción Hacendado de Matilde Asensi. Saca merchandising como si sus protagonistas fuesen de la Casa Stark de Invernalia. Incluso le paga a alguien para que le lleves las redes sociales, no sé muy bien con qué objeto. Mientras, su trabajo, descuidado, en un claro ejemplo de lo que yo llamo el Síndrome de Cervantes, que no es otra cosa que lo que comúnmente se llama tener más tontería que un mueble bar.