Cita célebre

En esta vida hay que morir varias veces para después renacer.

Eugenio Trías



martes, 18 de febrero de 2025

Complejo de Cervantes

Hace unos años me regalaron un libro. Un libro que había escrito un conocido de esa persona. Médico, para más señas. La premisa, típica: una serie de asesinatos macabros que replicaban una técnica quirúrjica de no se qué médico italiano del año de María Castaña. Desde el punto de vista médico, me comentan, muy interesante. Desde el punto de vista del lector, un pestiño como la Basílica de San Pedro. 

Pero semejante coñazo, me dio una idea. Si alguien sin formación en letras es capaz de perpetrar un tocho de varios centenares de páginas, ¿por qué yo no? Tenía la idea - un recién salido de la Facultad de Comunicación al que un profesional excéntrico lo contrata para corregir una novela infumable -, tenía las ganas y no tenía nada mejor que hacer... Lo que nunca he tenido ha sido ni puñetera idea de cómo ponerme a escribir y que saliera algo medio decente, así que la idea se quedó en el tintero.

Luego la vida te lleva por otros caminos, que en mi caso han desembocado detrás de un mostrador en el que he conocido a mucha gente. Y entre esa gente me he encontrado a varias personas que se dedican a lo mismo que aquel médico que creyó que escribir una novela era buena idea. 

A estas alturas, posiblemente, hayas pensado que a mí que coño me importa lo que cada uno haga con su tiempo libre. Y llevas razón. Y me parece estupendo que si a alguien le gusta escribir, que lo haga. Y mejor para él si engaña a otro alguien y consigue que se lo publiquen. Pero es que hay algunos elementos que, como poco, de peculiares. Que sí, que sí, que no exagero. ¿Tú ves lógico que te digan que su novela se tiene que estudiar en los colegios porque "es muy bonita y habla de la historia de España" (sic)? Creo que alguna con esa temática ya hay. Pero qué sé yo.

Tengo una que se lleva la palma. Se mete en conversaciones para meter la coletilla de "es que como yo soy escritora...". No corazón. Has escrito un libro, que no es lo mismo. Es como si yo te digo que soy futbolista porque un día en semana echo una pachanga con mis colegas. Va paseando de feria del libro ej feria del libro, como si fuera una verción Hacendado de Matilde Asensi. Saca merchandising como si sus protagonistas fuesen de la Casa Stark de Invernalia. Incluso le paga a alguien para que le lleves las redes sociales, no sé muy bien con qué objeto. Mientras, su trabajo, descuidado, en un claro ejemplo de lo que yo llamo el Síndrome de Cervantes, que no es otra cosa que lo que comúnmente se llama tener más tontería que un mueble bar.

martes, 7 de enero de 2025

La noche más triste del año

Qué rápido pasa aquello que esperamos con anhelo. Y cuando pasa, qué vacío más grande deja. Sucede con todo a lo largo de la vida: un viaje, un evento, un espectáculo... En mi caso es un proceso cíclico, que tiene lugar una vez al año, siempre en el mismo momento, una vez que me dispongo a finalizar la jornada del día 6 de enero.

La mayoría de gente no entiende lo que es para mí ese día. En mi casa, la de mi infancia, siempre fue el día más grande del año. Y no sólo por los regalos (que también). Para mí el día de Reyes son recuerdos de una cabalgata lejana en el tiempo, en la que el niño que era se colaba debajo de los coches a recoger caramelos, sin miedo a los tractores que tiran de las carrozas me pasasen por encima, mientras mi madre y mi tía tiraban de mí para que eso no pasase. El día de Reyes es una cama en una habitación compartida con mi hermana, en la que los nervios casi no nos dejaban dormir. Son mis padres, mis hermanas, mis tíos, mis primos y mis abuelos, reunidos en mi casa, entre una marabunta de regalos.

Pero sobre todo, el día 6 de enero es mi padre. Él tenía una adoración que puede resultar incomprensible para aquél que no lo conociera bien. "Mis queridos Reyes Magos", decía, mientras un velo de emoción y nostalgia le turbaba la mirada. No voy a entrar en sus motivos, que los tengo más que interiorizados, para adorar a estos Magos de Oriente. Simplemente creo a pies juntillas todo lo que él nos contaba sobre quiénes fueron y los motivos que los movió para hacer lo que hicieron.

Es por eso que cada año espero este día con la ilusión de aquel niño. Las Navidades son la época más maravillosa del año, porque son preludio de ese día. El día de Reyes sigue siendo para mí el día más grande del año. La noche del 5 de enero, cuando pasa la Cabalgata, disfruto como aquel niño que fui. En casa leemos el pasaje de la Adoración de los Magos, y no puedo evitar derramar una lagrimita. Esperamos que los Reyes nos traigan bendiciones y charlamos, hasta que nos vence el sueño en la que sin duda es la noche más bonita del año.

Por eso, cuando termina la jornada, y las calles ya están en silencio al terminar todo, cuando las pocas luces que quedan en los balcones ya no son más que pequeños destellos de la Navidad que acaba, cuando las barredoras han pasado y no quedan más que algunos caramelos debajo de los coches, cuando los contenedores de basura están a rebosar de cartón de cajas de roscos de Reyes y papel de regalo, la noche del 6 de enero se convierte, para mí, en la noche más triste del año.