Cita célebre

En esta vida hay que morir varias veces para después renacer.

Eugenio Trías



miércoles, 19 de diciembre de 2012

Querido Presidente del Gobierno

Querido Presidente del Gobierno:

Este año he sido todo lo bueno que puede ser alguien que pasa la gran mayoría del tiempo en su casa, sentado frente al televisor, el ordenador o cualquier otro aparato atontador, después de echar una mano en casa y saturar las bandejas de entrada de varias empresas a base de enviar mi currículum.

Este año lo único que le pido es lo mismo que llevo añorando desde hace año y medio que acabé mis estudios: un trabajo. Aunque sea uno que no tenga nada que ver con lo que me costó - literalmente - sangre, sudor y lágrimas. Un aliciente que me ayude a levantar mis casi treinta primaveras cada mañana de la cama sin sentirme una lacra para mis padres... que bastante les cuesta a los pobres ya. Y no porque les entre precisamente poco dinero en casa, que la pensión de mi padre es de las gordas. Pero es que entre unas cosas y otras se les va absolutamente el presupuesto, y hay meses que no llegan.

Ya sé que tiene que ser complicado, pero estoy seguro que algo tiene que haber que usted pueda hacer. Y me refiero a algo que realmente sirva para encontrar trabajo, y no a la serie de atropellos que se están llevando a cabo. Porque por más que lo intento, no entiendo la relación entre subir el I.V.A. trece puntos (que se dice muy pronto) y que un chaval recién licenciado no encuentre trabajo ni en un voluntariado. Lo siento, soy así de corto de entendederas. Tampoco entiendo la culpa que tendrán los funcionarios, que se han matado estudiando para ser los mejores de sus promociones para tener un trabajo. Esos mismos a los que se les quita su paga extra, se les baja el sueldo, y por prorrateo pierden un pellizco interesante. Ejemplos hay muchos, pero dicen que el mundo se acaba en un par de días, y quiero disfrutar el poco tiempo que nos queda.

Con lo fácil que sería cargarse un buen puñado de cargos políticos innecesarios. Que si asesores de consejeros de delegados de su puñeterísima madre... a tomar viento fresco. Pero claro, entonces se les acabaría el chupar del bote a primos, cuñados, yernos y demás arrimados. Se lo pongo más fácil aún: pida el dinerito prestado a Europa, que la Merkel no va a poner muchas pegas. Pero claro, entonces ellos controlarían de donde se tienen que reducir las partidas de gastos. Y uno va hilando, va hilando, y ve que de donde le mandarían recortar es de donde ya le he sugerido antes. Evidente... todo lo demás ya lo ha recortado usted.

No quiero que se tome esta carta como un ataque personal. No lo responsabilizo exclusivamente por la que está cayendo, que los que estaban antes tampoco le andan a la zaga. Si me dirijo a usted es porque es el máximo representante de la casta política española. Y aprovechando que ha salido la palabra casta, hago un giro poético para decir sin ningún rubor que me cago en ella, en su casta, en la de los políticos españoles que nos han llevado a una de la peores Navidades que este país recuerda.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Las muñecas de Famosa

Decía un anuncio navideño allá por los noventa que "las muñecas de Famosa se dirigen al Portal". Este año me parece a mí que los inquilinos de la cueva de Belén, mula y buey a la cabeza, no estarán muy contentos de recibir visitas de muñecas. O por lo menos de las que están de moda este año.

Y es que la otra tarde me estuve dando un paseo por unos grandes almacenes y, aunque ya ni tengo años para eso ni para tener críos en casa, cogí un catálogo de juguetes. Para mi estupor, que no sorpresa, los juguetes son cada vez más feos. Qué digo feos, espantosos. Y algunos incluso de jactan de ello y aprovechan el tirón para sacar unas muñecas con las patas larguísimas y la cabeza enorme, con unas pintas de adolecestes emo, góticas, o vaya usted a saber el grupo social, que tiran de espaldas.

Pasando páginas me tranquilizo un poco: todavía quedan pinipones y pequeños ponys. Pero al mirar con detenimiento, otra vez el estupor... se los han cargado. Los Pinipón con los que jugaba mi hermana se han modernizado. Ya no son lo muñequitos cabezones, de tres piezas (cuerpo, cabeza y peluca), sino que se han transformado en algo a caballo entre lo que eran antiguamente y dibujos de manga japoneses. Un esperpento, vamos. Algo parecido le ha pasado a los equinos, que ya no son rechonchetes como antes, sino que se han estilizado, haciéndolos irreconocibles al nacido antes de 1999.

Aunque horribles, todavía hay que agradecer que haya juguetes a disposición de las cartas a Sus Majestades. Cada vez priman más los cacharros, que lo dan todo mascadito, que la imaginación. Para los padres es más fácil plantar al chiquillo como un mueble más enfrente de la tele, o enchufarlo a la videoconsola (para las que, por cierto, han sacado otros muñecos feísimos que se enchufan y les sacan toda la pasta a los desgraciados que quieran coleccionarlos todos). Eso de las tardes de parchís, oca u otros juegos, ya ha pasado de moda.

Yo, como buen pureta que estoy hecho, cada vez hecho más de menos aquellos años en los que yo tenía edad de escribir una carta con todo lujo de detalles a los Reyes Magos. Aquello sí que eran buenos años. La última generación que combinó, como Dios manda, jugar en la calle, los juegos tradicionales, y los primeros coletazos de nuevas tecnologías con aquellos ordenadores primigenios y las consolas de 16 bits. En fin, los tiempos cambian. Y, en según qué cosas, no siempre para bien.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Holanda ya se ve

A Su Santidad, don Benedicto XVI, se le está yendo la olla completamente. No cabe otra explicación. Porque ya la semana pasada salió que el Sumo Pontífice había publicado un libro en el que se cargaba de un plumazo a dos de las figuras más carismáticas del Portal de Belén. La mula y el buey nos los podemos ahorrar este año, según Ratzinger.
Bueno, una mera anécdota de un libro que habla sobre la infancia de Jesús. Pero es que ahí no paró la cosa. Ayer me entero de que los Reyes Magos, que de toda la vida de Dios han venido de Oriente, ahora resulta que no, que vienen de Occidente. Del Occidente de Palestina, de Israel y de toda Europa entera. Del reino de Tartessos. Vamos que Sus Majestades eran andaluces, como el gazpacho. Que le dan ganas a uno de escribir a la nueva cuenta del Papa para preguntarle de dónde salen esas revelaciones.
Y es que uno, andaluz de nacimiento, se imagina ya la carta que algún crío escribirá a los Reyes. El encabezado podría ser algo así como "Querido Melchor, ¿qué pasa miarma?" o "Gaspar, pisha, este año he sido la mar de bueno". Y tal como ha estado siempre la cosa por el sur de España, los presentes que le presentaron al Mesías dudo muy mucho que fuesen oro, incienso y mirra. Por respeto a mis paisanos, me guardo para mí mismo qué podrían partir en caso de haber salido de Despeñaperros para abajo.
Quizás el Papa se ha equivocado con tantos acontecimientos que tuvieron lugar en torno al nacimiento del Niño Jesús. Entre que no hubo estrella, sino una supernova y una alineación de planetas (ésta es grande, no hay estrella porque sería raro, pero no toca el dogma de la virginidad de María... Ratzi, aclárate, hombre), que en el portal no había animales, pero sí pesebre con paja fresca, y que los villancicos dicen que los Reyes tiraron por Holanda para ir a Belén, no es de extrañar que Su Santidad de haya hecho un cacao monumental. La conclusión a la que lleva toda esta historia es que los que eran andaluces no eran los Magos de Oriente, sino la mula y el buey. Y por eso no estaban cuando nació el niño. Como buenos andaluces llegaron a deshora.