Cita célebre

En esta vida hay que morir varias veces para después renacer.

Eugenio Trías



domingo, 25 de abril de 2010

Excesos

Estoy algo decepcionado conmigo mismo. Con lo complicado que es perder peso, voy y me pego dos semanas sin hacer otra cosa que comer y beber (sobre todo beber), sin moverme lo más mínimo. Evidentemente un par de kilos, de esos que cuesta tanto perder, han vuelto a un sitio que han adoptado como el suyo natural. Maldita sea.
A partir de mañana toca volver al desayuno desnatado, al almuerzo sin alardes, a pasar de la merienda, a cenar queso fresco, a dejar la cerveza (ay, mi rubia que te voy a echar de menos) entre semana, a cambiar la Coca Cola por la ligth (y que no me jodan, no saben igual)... Y por supuesto, toca volver al footing nocturno, volver a sentir esos pinchazos insufribles en las piernas los primeros días, esa sensación de ahogo los primeros minutos, y volver a sudar la gota gorda. Todo sea por cumplir el objetivo.
Sin embargo, pese a todo lo que me espera ahora, puedo decir a boca llena que no me arrepiento de haber cometido tantos excesos. Han sido dos semanas que bien han valido pagar el precio que a partir de mañana se me va a cobrar.

viernes, 23 de abril de 2010

La magia de abril

Ay la primavera. ¿Qué tendrá la primavera? Los pajarillos cantan hermosas baladas, las mariposas revolotean envolviéndolo todo en un hálito mágico y las hormonas liberan todo lo que tienen que liberar. Con estos ingredientes, tenemos el caldo perfecto para que los sentidos se desaten, nazcan las pasiones y el amor y el desamor jueguen su interminable partida de ajedrez, sobre el mágico tablero que es la Feria de Sevilla.
Una semana al año, en la que la primavera hace de las suyas. Las pasiones florecen cual azahar en los naranjos, y no avisan. Muchas veces, éstas no son correspondidas. De hecho son más bien absurdas, pero hay personas que impactan en el centro neurálgico del corazoncito de algún que otro pobre infeliz. Pobres infelices que suman una nueva decepción a su larga lista de fiascos, simplemente por no tener un rasero adecuado a la hora de medir las endorfinas.
Otra veces, la cosa es diferente. Al menos aparentemente. Los detalles y arrumacos se suceden como las horas en la vida, de manera que parece imposible detenerlos. Hasta que el reloj se detiene, de manera prematura. Afortunadamente, al no haber alcanzado su máximo esplendor, el duelo es menor que si las raíces hubiesen penetrado profundamente en el subsuelo de los sentimientos. Algo tan maravilloso como es la ilusión del comienzo, se transforma en la amargura del final. Luna de hiel que le llaman.
Pero no siempre yerra Cupido a la hora de lanzar prematuramente sus flechas. Hay contadas ocasiones en las que la diana es tan clara que sobra todo lo demás, y universos paralelos se fusionan, para crear una nueva realidad más grande que todo lo que sus ocupantes conocían hasta entonces.
Y no, querido lector, hoy no hablo de mí mismo. Hablo de la magia de la una semana al año en la que todo está permitido en el juego del querer.
Me voy a apoderar de una frase que un ávido guionista puso en boca de Hugh Grant en la película Love Actually para ir concluyendo:

La opinión general da a entender que vivimos en un mundo de odio y egoismo, pero yo no lo entiendo así. A mí me parece que el amor está en todas partes. A menudo no es especialmente decoroso ni tiene interés periodístico, pero siempre está ahí. Padres e hijos, madres e hijas, maridos y esposas, novios, novias, viejos amigos… Cuando los aviones se estrellaron contra las Torres Gemelas, que yo sepa, ninguna de las llamadas telefónicas de los que estaban a bordo fue de odio y venganza; todas fueron mensajes de amor. Si lo buscáis, tengo la extraña sensación de que el amor, en realidad, está en todas partes.